lunes, 4 de julio de 2016

Criterios Eticos

Es importante encontrar criterios de carácter general a los que podamos apelar no sólo en las situaciones de conflicto, sino que ofrezcan una orientación al proyecto global de nuestras vidas. Los principios pueden parecer casi evidentes; pero son de extraordinaria importancia por sus consecuencias prácticas y por sus conclusiones.

Entendemos por “principio” una afirmación fundamental de la que se derivan una serie de consecuencias o conclusiones. No son algo añadido a la persona, como cualquier calificativo, sino que fluyen como atributos de su misma realidad y se fundamentan en su naturaleza. Los principios se caracterizan por lo absoluto de sus exigencias, la universalidad de su validez y la inmutabilidad de su contenido.
 
  • Principio de autonomía
 
  • Principio de beneficencia
 
  • Principio de no maleficencia
 
  • Principio de justicia

La “jerarquía” de los principios éticos:

Tal jerarquía consta de una premisa ontológica: “El hombre es persona, y en tanto que tal tiene dignidad y no tiene precio”, y una premisa axiológica: “En tanto personas, todos los hombres son iguales y merecen igual consideración y respeto”. 

En caso de conflicto, los principios de no-maleficencia y de justicia, tendrían prioridad sobre los de autonomía y beneficencia.

Paradigmas de la Etica





En la historia de la ética, al igual que en la historia de la cultura, ha habido, como es fácil de imaginar, muchas concepciones éticas. Un muestrario de esa diversidad la hallamos en la presentación de los diferentes problemas éticos a los que se hace alusión en los capítulos siguientes de este libro. La diversidad se expresa de muchas maneras y puede estudiarse desde diferentes perspectivas: puede analizarse desde un punto de vista histórico o desde un punto de vista sistemático; puede abordarse en vinculación con las concepciones religiosas o con las cosmovisiones culturales; puede asociarse a las obras de los filósofos, a las formas de vida o a los proyectos revolucionarios en la sociedad. Y, no obstante, pese a esta gran diversidad, es posible constatar en la historia, a grandes rasgos, una curiosa y persistente tendencia a responder de dos formas principales a la pregunta por la mejor manera de vivir. En algunos casos, estas dos respuestas son consideradas como paradigmas de la ética, entendiendo por ello visiones valorativas globales, internamente coherentes pero recíprocamente excluyentes. En otros casos, las respuestas son tratadas simplemente como temas de la ética, dando a entender así que cada una de ellas se refiere a un ámbito de los problemas morales y que, por consiguiente, no tendrían por que ser excluyentes entre sí. Esto es lo que debemos analizar a continuación, empezando por preguntarnos cuáles son esas respuestas.



El Paradigma de la ética del bien común


La idea central que congrega a los defensores de un modelo ético como este es, decíamos, que, para ellos, el patrón de referencias normativas de la conducta personal y social debería ser el respeto y el cultivo del sistema de valores de la propia comunidad. Se le llama un bien común, en alusión a la denominación tradicional entre los griegos, porque con ella se designa un modelo de forma de vida que es considerado ejemplar por la entera comunidad, y con el cual sus miembros se identifican de manera explícita o implícita. Se trata de un conjunto de creencias morales compartidas, mantenidas por la tradición, transmitidas por la educación, subyacentes a la vida social y al orden legal, y permanentemente vivificadas por rituales de reconocimiento y celebración. Se le llama también el Paradigma de la felicidad porque se quiere así rendir tributo a Aristóteles, autor que constituye una de las fuentes filosóficas principales de esta concepción ética, quien sostuviera en sus libros que el fin último de la vida, al que todos siempre aspiramos, es precisamente la felicidad (la “eudaimonía”).



El Paradigma de la ética de la autonomía 


La idea central que congrega a los defensores de este modelo es, como se recuerda, que la mejor manera de vivir consiste en construir una sociedad justa para todos los seres humanos; este es, para el modelo, el patrón de referencias normativas de la conducta personal y social. Se le ha denominado el Paradigma de la autonomía, evocando el modo en que Kant caracterizara el principio central de esta interpretación de la ética, que es el principio de la libertad del individuo, pero de una libertad que se afirma solo mediante el respeto de la libertad de todos. La autonomía es la capacidad que posee idealmente el individuo de pensar y decidir por sí mismo (de “darse a sí mismo su propia ley”, como indica la etimología de la palabra), pero de hacerlo eligiendo al mismo tiempo un marco de referencias (una ley) que haga posible el ejercicio simultáneo de la autonomía de todos, incluyendo naturalmente la suya.15 De aquí se deriva el sentido más general de la palabra justicia, que da igualmente nombre al Paradigma: una sociedad justa para todos los seres humanos sería, en efecto, aquella que estuviera regida en todas sus instancias por el principio de la autonomía y que permitiera, por tanto, que todos los individuos, sea cual fuere su ethos, ejercieran su libertad sin perjudicar la de los demás. En lugar, pues, de fijar su atención en los contenidos o los valores que pudieran defender los individuos, el modelo se concentra en la regla general de la imparcialidad, cuya función es la de hacer posible la coexistencia de concepciones valorativas rivales entre sí.

La Etica y la Moral




Entre estos dos términos hay, como veremos, relaciones complejas. Pero lo primero que debe afirmarse es que los une un lazo etimológico muy fuerte, que es seguramente el causante de su permanente y también actual confusión. “Ética” y “moral” son términos etimológicamente equivalentes. “Moral” es la traducción castellana del término latino “mos, moris, mores”, el cual, a su vez, proviene del griego “ethos, ethiké”; la palabra castellana moral no es, pues, otra cosa que la versión castellana del griego ethos. Existe, sin embargo, en castellano también la palabra “ética”. Ello se debe a que, ocasionalmente, algunas palabras griegas han obtenido, en castellano, una versión adicional a la que provenía del latín, pero esta vez por medio de la castellanización directa del griego. Es así que “ética” y “moral” resultan ser dos términos castellanos que se emplean para traducir una misma raíz griega: el “ethos”. Hay varias palabras en castellano con las que esto ocurre. Pensemos, por ejemplo, en la traducción del término griego “techne”: de un lado, tenemos la versión procedente del latín “ars, artis”, pero disponemos, de otro lado, también de la castellanización directa del griego en la palabra “técnica”. Arte y técnica son, pues, por más curioso que parezca, dos versiones castellanas distintas de una misma palabra griega. Que esto sea así en el caso de la techne, es algo sumamente aleccionador, que debería merecer nuestra atención.

Ambivalencia del Termino Etica





Cuando empleamos, en el lenguaje cotidiano, la palabra “ética” solemos referirnos a dos cosas  distintas,  sin  diferenciarlas  entre  sí.  De  un  lado,  llamamos ética a  la  manera  que una  persona  o  una  sociedad  tienen  de concebir su  sistema  de  creencias  valorativas,  es decir, a la reflexión consciente o teórica que ellas poseen en relación con el tema. Pero, de otro lado, llamamos también ética a la manera en que una persona o una sociedad se comportan efectivamente  en  la  vida,  es  decir,  a  la  conducta  que  demuestran  en  la  práctica.  Decimos,  así,  por  ejemplo,  que  una  persona  tiene  una  ética  utilitarista  o  altruista,  dando  a  entender  que  la  ética  se refiere  a  la  concepción  que  posee,  pero  decimos  también  que  determinadas  conductas  de  una  persona  son  o  no  son  “éticas”,  queriendo  dar  a  entender  que  lo  que  merece  dicho  calificativo  no  es  su  concepción  de  4 las  cosas  sino  su  vida  práctica.  En  el  primer  caso,  la  palabra  “ética”  se  refiere  a  la  manera de hablar o de concebir las cosas, en el segundo a la manera de vivir